Esta vivienda, de gran espacialidad, se organiza en dos plantas; correspondiendo la planta baja a la zona de día y la superior a la de noche, en un esquema clásico de distribución.

En la planta baja se encuentran el salón comedor y la cocina que, separados por el núcleo de servicios y comunicación, se prolongan mediante dos terrazas cubiertas de generosas dimensiones.

Estos porches, ubicados en lados opuestos, protegen del sol y de la lluvia, lo que permite al usuario disfrutar de la conexión con el exterior durante todo el año.

En la planta superior se sitúan cuatro dormitorios dobles –uno de ellos con baño incorporado– que vuelcan a una gran terraza sobre el porche. Esta planta, abierta mediante grandes paños de vidrio en su mayor dimensión, goza de la máxima luminosidad.

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Cada uno de los volúmenes se configura de acuerdo a la función que contiene, el primero para la zona más pública, otro para las zonas más privadas y el último para la zona de servicio. Las estancias interiores, que son cerradas solamente cuando es estríctamente necesario, se abren hacia las singulares vistas que transforman esta villa en un lugar único de múltiples escenarios.

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Con el tiempo fue ganando en proporción favoreciendo la iluminación, la ventilación de las estancias y la recogida de agua que se realizaba en el impluvium.

Nos gusta pensar en esta casa situada en el centro de Madrid como una interpretación de este elemento, que además confiere a la vivienda privacidad con respecto a las construcciones vecinas. Las estancias se abren al espacio interior, los espacios pasantes permiten tener una visión axial a través de toda la parcela.

Con este mecanismo se busca que la casa cumpla con la dualidad de tener una espacialidad muy abierta y simultáneamente una percepción acotada del espacio.

Este elemento permite disponer de un amplio espacio exterior cuya sombra evoluciona a lo largo del día. En el interior de este área se dispone la lamina de agua ubicada en el único punto del lugar cuyas vistas lejanas fugan por encima de las casas colindantes.

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Nos gusta pensar en la casa como una pieza maciza, a la que se le excavan los huecos, una pieza con una lectura dinámica. Su colocación en la parte norte de la parcela le permite dibujar un patio de acceso.

La prolongación del pavimento interior que se convierte en terraza y posteriormente en piscina dibuja una suerte de claustro que junto al interior de la vivienda configura un área cuadrada, voluntariamente clásica.

Interiormente el programa se divide entre la zona superpuesta en la parte norte y la que se desarrolla en la parte oeste de la planta baja. La materialidad es un lienzo en blanco que le permite atravesar el tiempo y no quedarse obsoleto. Un proyecto dibujado hace años, que nos sigue satisfaciendo hoy. Más info sobre el proyecto aquí.

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