Los árboles tejen una piel vegetal que permite cualificar la luz dependiendo de la orientación. El cerramiento de la casa aprovecha este efecto, proporcionando un control del soleamiento y la necesaria sensación de intimidad y protección.
Una parcela punteada por especies vegetales de gran porte dentro de una ciudad jardín próxima al entorno urbano.
El proyecto se dibuja con una serie de piezas semejantes que se enlazan entre sí en el hueco dejado por los árboles, acotando una secuencia de jardines con atmósferas diferentes. Un jardín rodeado de jardines que parece no tener límites, como tampoco se adivina en el sistema de espacios esbeltos que a modo de camino abrazan y respetan los árboles.
Cada una de las cinco piezas que dibujan la propuesta están configuradas por dos elementos que confluyen ortogonalmente, delimitando cinco jardines, mientras que la curvatura, que da continuidad a la fachada entre los árboles, es absorbida por las terrazas. La proporción humana de los espacios potencia su relación con el exterior.