En el interior silencioso de Castilla, surge una pieza arquitectónica que no se impone, sino que se posa. Más que una bodega al uso, se concibe como un lugar para la investigación y recuperación de variedades ancestrales de vid.
En el interior silencioso de Castilla, surge una pieza arquitectónica que no se impone, sino que se posa. Más que una bodega al uso, se concibe como un lugar para la investigación y recuperación de variedades ancestrales de vid.
Un espacio donde, tras un proceso de microvinificación, se elaboran pequeñas producciones experimentales que permiten evaluar el potencial de cepas olvidadas o no catalogadas.
Como una suerte de Arca de Noé vinícola, esta bodega no solo alberga la investigación de Vitis Navarra, sino que custodia y protege la biodiversidad genética de la vid en España, incluyendo aquellas especies que aún sobreviven en los márgenes del paisaje y del tiempo.
La arquitectura se apoya con suavidad sobre la topografía de Zayas de Báscones, mimetizándose con las geometrías del territorio y el ritmo pausado del cultivo. Los dos muros curvos que estructuran la bodega se inspiran en el trazado de los campos de vid colindantes y su topografía, generando una envolvente que define el espacio y permite construirlo de una forma natural.
El trazado longitudinal de la propuesta responde a la secuencia del proceso de producción del vino: desde la llegada de la uva y el despalillado, pasando por la fermentación en depósitos de acero, la sala de crianza en barricas de roble y, finalmente, el embotellado.
Este recorrido lineal se expande puntualmente para integrar una zona social y de cata, así como espacios dedicados a la investigación y al almacenamiento, manteniendo siempre la lógica funcional del proceso enológico.
Estos muros, realizados con bloques de hempcrete —una mezcla de fibras vegetales, cal y agua— colocados a sardinel, adquieren mayor inercia estructural gracias a su geometría curva, y se refuerzan entre sí mediante una cubierta metálica ligera a un solo agua. Todos los elementos constructivos se unifican mediante un proyectado continuo de Diathonite blanco, un mortero a base de corcho natural, que se utiliza en paredes, suelos y techo. Este sistema no solo contribuye a una imagen unitaria y natural, sino que confiere al conjunto una gran inercia térmica, fundamental para garantizar condiciones estables en el interior de la bodega y favorecer el desarrollo óptimo del vino durante su crianza.
La colección Basajaun, haciendo referencia al personaje mitológico que protegía el bosque, es un lugar de transición: entre lo que se sabe y lo que está por descubrir, entre el pasado agrario y una nueva forma de entender la relación entre arquitectura, naturaleza y cultura vitivinícola.
No se trata solo de almacenar vino, sino de guardar vida, diversidad y memoria. Un refugio contemporáneo para la sabiduría antigua de la vid.
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